‘Dark Shadows’, un cuento gótico-setentero que nos hace echar de menos al mejor Tim Burton

Calificación:

'Dark Shadows’ sacudió el panorama televisivo de los 70 aliñando lo que podía ser una ficción tipo ‘Dinastia’, con un puñado de elementos sobrenaturales que han dejado mucha huella.

Hasta que el vampiro Barnabás Collins no hizo su aparición la magia y los monstruos estaban aun por explorar en la serie televisiva que mostraba un claro perfil gótico-telenovelesco. Fue el carismático chupasangre el encargado de dar un giro total a la serie y sentar las bases del comportamiento de muchos de los vampiros cinematográficos y televisivos actuales que rechazan su lado menos humano.

Tim Burton, admirador de la serie desde su más tierna infancia, decide darle un lavado de cara a Barnabás y trasladar su historia a la gran pantalla de la manera más fidedigna posible. El director mezcla su habitual estilo gótico con el rollo hippie-setentero logrando una absoluta monería visual.

El color y la música de esos años hacen las delicias del espectador que logra pasar por alto las idas y venidas del caprichoso maquillaje.

Eva Green es otro disfrute, porque su interpretación histriónica es la pera, aunque no haya quien entienda o se crea a su personaje. La poderosa femme fatale no sabemos si ama al mujeriego protagonista, o le odia, o solo le quiere poseer o derrotar… Un abanico tan amplio de emociones que van y vienen cada diez minutos. Esto durante varias temporadas se puede hacer, pero me temo que no queda tan bien todo condensado. Se lo perdonamos porque lucha ferozmente por hacer sombra a todo el mundo y nos deja momentos muy “La muerte os sienta tan bien”.

En ‘Dark Shadows’ Barnabás (Johnny Depp), antaño heredero del imperio familiar, se libera del ataúd en el que fue encerrado por una bruja de cuyo rechazo ha nacido la más persecutoria de las manías. Angelique (Eva Green), que transformó al encantador Barnabás en vampiro, está dispuesta a hacer la vida imposible a todos y cada uno de los Collins.

Hasta aquí todo bien, pero claro existe un amor verdadero y un ansia por recuperar todo aquello que ha perdido su familia, y un puñado de elementos más, que acaban dejando al espectador en una nube de acontecimientos que al disiparse solo deja un claro sentimiento de decepción.

Tim, que fue de la película que se intuía en aquel maravilloso trailer? Esa comedia en la que un vampiro se despierta 196 años después de jugar con los sentimientos de la mujer menos adecuada, para encontrarse con una adolescente rebelde, una psiquiatra que se automedica y un mundo lleno de color, hippies y Alice Cooper?

Se perdió. Acabó diluida en una mezcla de personajes poco definidos que sueltan bombas que no vienen a cuento en un ya más que atiborrado final. Acabó saliendo a relucir únicamente en alguna que otra escena que aislada es tan buena que es imposible que pegue tan mal con todo lo demás.

Y es que las medias tintas nunca fueron buenas y los planteamientos eternos tampoco. Si es una comedia, hasta el final con ello! Y si tenemos dos horas para contar todo, nos organizamos bien. Una trama principal, con sus subtramas y todo sembradito desde el principio, no un batiburrillo extraño que acaba por convertirse en un final lleno de momentos WTF que sobrepasan el surrealismo.

Porque luego nada queda claro y no te enteras ni de la historia de un personaje ni de la del otro… Tremendo lío. Una pena, porque yo iba al cine con muchísima ilusión deseando ver al Tim de siempre, al autentico, al director de los mejores cuentos bizarros… Y me quedé con las ganas.