Tener un nombre es garantía de éxito, sobre todo si detrás del
mismo encontramos películas como ‘Toro Salvaje’, ‘Casino’ o más recientemente ‘La Invención de Hugo’.
Esta última se cuestionó, a pesar de su director y sus 11
nominaciones a los Oscars (de los que se llevó 5 técnicos), por el perfil ñoño
que se desprendía de lo que en realidad era una historia entrañable, muy bien
contada, entretenida y, lo que es mejor, emocionante.
‘El Lobo de Wall Street’, con 5 nominaciones a estos
prestigiosos premios, entre las que se encuentran mejor director, actor,
película y guion adaptado, recibirá menos criticas dudosas. No sólo su director
es Martin Scorsese, sino que está protagonizada por Leonardo DiCaprio y un coro
de secundarios brillantes. Además, narra la historia de un bróker drogadicto y
putero.
Pero de estas asunciones prejuiciosas nace la marabunta de
elogios obligados, cuando en verdad no estamos ante un peliculón.
Lo primero porque la historia no está proyectada ni
estructurada como para entretener durante los 179 minutos que dura. Y me diréis
que esta es la extensión habitual de los films actuales, con toda la razón, pero
¿Por qué tiene que serlo? ¿No teníamos suficiente con el absurdo de
Tarantino y su ‘Django Desencadenado’
como para frenar esta espiral sinsentido de películas eternas? Ni mucho menos. Django
se llevó Oscar, Globo de Oro, BAFTA y Criticts Choice, lo que para Hollywood se
traduce en cantidad = éxito, cuando a este film como al que nos atañe hoy, una
buena tijera le haría mucho bien.
El goce que supone ver la actuación insuperable de DiCaprio,
Jonah Hill y, más brevemente pero con la misma intensidad Matthew McConaughey,
la escrupulosa manera de enlazar orgías con reuniones de empresa en las que los
asistentes no pueden ir más colocados y la cautivadora banda sonora de Howard
Shore (‘El señor de los Anillos’, ‘El Silencio de los Corderos), nos llena la
primera hora y media. Y ya.
Se me ocurre que lo mismo Martin había proyectado ‘El Lobo
de Wall Street’ como una miniserie hasta que alguien le recordó que con esas no
se ganan Oscars, o lo mismo pensó que después de darle vueltas a su película
para otorgarle la importancia que sesudamente deben tener los productos con
nombre, le encontraríamos sentido. Y así es. Si se quiere se entresaca la moraleja
que pone de manifiesto la naturaleza pirata y envidiosa del ser humano. La
honradez no triunfa y gustamos de bailar el agua a los personajes ladrones y de
moral ligera.
De nuevo algo que en hora y media se cuenta. Ya no son las
tres horas lo que me irrita, sino lo que estas perjudican a una película cuyo
ritmo habría sido mucho más adecuado si la capacidad de síntesis de su director
no hubiese brillado por su ausencia.
Además de esto hay otras cuestiones que no me convencen. Me parece fantástico que se muestre a lo
largo de planos y planos la drogadicción del millonario,
y que se incluya dicha necesidad hasta en los momentos más cruciales, pero de
esto deberían extraerse unas consecuencias que no llegamos a ver.
Podríamos considerar que esas escenas de desmadre y exceso son puramente
recreacionales y concluir que tenemos que admirarlas por su realización sin
esperar que compongan un todo que nos llene… para eso me veo ‘Spring Breakers’
que tiene más claro lo que es como producto y lo alimenta con arrojo y
originalidad en su narrativa.
En resumen, ‘El Lobo de Wall Street’ cuenta con una cantidad
ingente de escenas escrupulosamente construidas y con actuaciones sobresalientes
que ilustran una historia nada original, que termina haciéndose pesada.
Berta F. Del Castillo
Berta F. Del Castillo
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