22 ago 2011

Super 8: Un magnífico blockbuster nostálgico de los 80.

Es casi imposible llegar en ignorancia absoluta a una película de este tipo. Sin ideas preconcebidas o afectados por los comentarios de gente que ya la ha visto, por las declaraciones del director o la crítica.

Es, a domingo de su fin de semana de estreno, sin duda alguna, la película del verano, y eso se deja sentir en el patio de butacas.

Antes de la proyección los espectadores sabían que se sentaban a disfrutar de un film dirigido por un J.J Abrams deseoso de recuperar el espíritu de películas como “Los Goonies” (1985), o “E.T” (1982).

Quizá no todos reaccionen ante esta mención, al fin y al cabo aunque algunos de los productos audiovisuales más brillantes, como es el caso de “Perdidos”, nos lleguen a día de hoy a través de la pequeña pantalla, el séptimo arte y aquellos que trabajan en él siguen llevando el peso del prestigio.

En cualquier caso, ante el nombre de Spielberg, la mayoría de los presentes reaccionaria como ante las cinco estrellas de un restaurante. Esperando algo muy bueno.

Decir que no decepciona no describe en absoluto la experiencia que es “Super 8”. Para acercarnos más diría que es un película de los ochenta, con su ritmo y su estructura narrativa, pero con el extra de vuelta de tuerca y efectos especiales que estamos acostumbrados a ver hoy.

La banda sonora y la ambientación pertenecen también a esa década y toda la estética que rodea al film nos sitúa y a la vez nos dibuja una sonrisa al salpicar la trama de guiños entrañables.

Lo más asombroso y digno de admirar de la historia, es que aunque se basa en estructuras que nos conocemos al dedillo y hemos visto cientos de veces, sigue sorprendiendo, emocionando y haciendo reír.

Son pequeños detalles de hoy añadidos a la forma narrativa que nos llenaba cuando el cine no llevaba tanto camino recorrido, los que logran el efecto mágico que ya no alcanzan la mayoría de los productos concebidos estrictamente para el entretenimiento.

“Super 8” es divertida, intrigante e impactante, y adorable. Una película para todos los públicos que satisface al más pequeño y al mayor con la misma efectividad. Un film que utiliza los efectos especiales como herramienta para crecer en intensidad y no como un pegote que tiene que hacer su aparición en aras de atraer a las masas.

Se nota que su director echa de menos la era analógica, pero no por ello deja de usar con eficacia los medios de que disponemos hoy. Aun así, su acertada negativa a un 3D “porque se lleva” demuestra que es fiel a aquello que debería guiar a todos los cineastas.

Una película ha de ser una historia que se adereza y no el compendio de fuegos artificiales vacíos al que nos tienen acostumbrados últimamente.

Un puñado de personajes nos acompañan en esta aventura y todos ellos rivalizan por captar nuestra atención. Hay un protagonista, pero se coge un cariño especial a los secundarios que le rodean, como ocurría en “E.T” con la pequeña Gertie.
El hecho de que con momentos concisos se plasmen la personalidad y las vivencias de los chicos y sus familias, hace que la historia adquiera consistencia y nos vincule afectivamente a todos ellos.


Es el cocktail perfecto de todo aquello que dicen ha de tener un blockbuster con corazoncito. Un misterio que ansiamos conocer, unos personajes que nos emocionan, unos efectos especiales que dan credibilidad a la historia, y el ritmo frenético al que estamos acostumbrados hoy. Eso si, es recomendable acercarse al cine con ganas de vivir una regresión a la edad de la inocencia. Cine palomitero de calidad no apto para cínicos.



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