Pixar vuelve a la carga con una película que convierte algo
tan subjetivo y complejo como las emociones en una historia universal,
conmovedora, tierna y divertida. Con una profundidad psicológica sorprendente, 'Del Revés' triunfa en la taquilla y se alza con el título del film más adulto de la
factoría.
No tengo claro en este caso cuanto entenderá y cuanto se
dejará por el camino el equipo infantil, de esta obra que ha simplificado y
concretado conceptos muy difíciles de explicar, envolviéndolos en un paquete de
colorines para que los más pequeños no quieran quitar ojo a la pantalla.
El código de color es sin duda el ejemplo más visual de ese
proceso de simplificación que han llevado a cabo estos genios de la animación a
la hora de construir unos personajes tan carismáticos que ahora nos sirven para
explicar cualquier conflicto emocional.
Pensadlo, desde que salisteis del cine vais etiquetando a
vuestros amigos tratando de averiguar quién manda en el control de sus mentes,
a la vez que la expresión ‘soy bipolar’ queda por fin clara en vuestra cabeza
con una imagen de tristeza y alegría peleándose mientras toquetean botones a la
vez.
Aunque todas las emociones son indiscutiblemente
conquistadoras, hay una protagonista clara: tristeza. Porque alegría, llega a
ser cansina en más de un momento del film, ira es para troncharse pero, seamos
realistas, ni siquiera Pixar puede limpiar su imagen, miedo es adorable, pero
de nuevo una emoción negativa difícil de arrastrar a la luz, asco es divina dentro de su contradicción pero no aspira a hacerse con el protagonismo, aunque entre gran parte del publico lo haya logrado de manera accidental... Y luego esta tristeza.
Hasta que llegó ella el abatimiento nunca me arranco una
sonrisa y eso de que 'la paciencia es una virtud' jamás había llegado a calarme,
pero la emoción azul enciende una llama tierna en el corazón en el momento en
que asoman sus pucheros, porque es un sentimiento que nos une con lazos tan
poderosos o más como los que construye alegría. Lo que pasa es que la pobre hoy
en día sólo gozaba de mala fama.
En una sociedad que se esfuerza por exponer, subrayar,
aplaudir y ensalzar la alegría, y que nos insta a aspirar a ser felices en todo
momento; la tristeza estaba condena a ser olvidada y hasta censurable. Un
poquito más y tenemos que pedir perdón al mundo por estar tristes, no vaya a
ofenderse alguien.
Por eso me gusta tanto y viene tan bien que en el film de
Pixar los problemas comiencen cuando alegría se pasa de mandona y no deja
espacio a tristeza. Porque en la vida es mucho más sano asumir que hay momentos
en que nos vamos a sentir tristes, porque es natural además de necesario,
porque sin la tristeza no existiría la alegría, un concepto muy básico que nos
ha dado por olvidar últimamente.
Aprendida esta moraleja, nos toca asumir que la evolución
significa romper con lo que somos para empezar de nuevo, que así se crece y se
madura, y que en el caso de la infancia a la adolescencia es un poco triste de
más todo esto, sí, pero luego llegamos a tener una isla de los romances vampíricos
trágicos y todo cobra sentido.
Las islas de personalidad, otra manera brillante de expresar
los componentes que nos hacen ser como somos, únicos, el paseo por la mente
abstracta, los operarios descartando recuerdos pero reproduciendo una y otra
vez esa canción de anuncio tan pegadiza…
Todos esos conceptos fundamentales entrelazados con una
fluidez de espanto, con humor, con cariño, son los que hacen que el viaje por la
mente de la pequeña Riley este conquistando corazones que se enamoran
perdidamente a la vez que dan respuesta a ciertas inquietudes como nunca
lograron encontrar en años de terapia.
Berta F. del Castillo
Berta F. del Castillo
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